«-Técnicamente
es mucho mejor que nosotros dos, sin lugar a dudas, es el más elegante de los
tres, es el más dotado técnicamente, lo que pasa es que nosotros le ganamos en
condición física, en lo demás nos pinta la cara.»
Son palabras textuales de Diego Armando Maradona. Así definía, futbolísticamente hablando, a su
hermano Raúl Alfredo (Lalo, el mediano de la saga) en respuesta a preguntas de
los plumillas granadinos que lo entrevistaban el 14 de noviembre de 1987 en el
hotel Alhambra Palace, la víspera del partido de los Maradona en el que
Diego, Lalo y Hugo iban a enfundarse la rojiblanca granadinista y disputar un
amistoso contra el Malmoe Sueco.
El Pelusa, en lo mejor de su carrera, en la que
todavía estaba muy reciente el campeonato del mundo de México 86 y que acababa
de conseguir un doblete de liga y copa italianas, procedente de Nápoles había aterrizado horas
antes en Chauchina en jet privado acompañado de su hermano Hugo, el menor del
trío, y de un séquito de no menos de quince personas, con abundante presencia
femenina (madre, esposa, hija, cuñadas) que inundaron el vestíbulo del pequeño
aeropuerto granadino de colores vivos, cardados y hombreras, una terminal en la
que le esperaba el resto del clan, con su señor padre a la cabeza, y que desde
varias horas antes aparecía congestionada por la presencia de un sinfín de
cámaras de TV y periodistas de medio mundo, y también por varios cientos de
curiosos.
Por primera vez los tres hermanos Maradona iban a jugar
juntos un partido. Lo que había hecho posible este hito que tantísima
expectación levantó fue la promesa de Diego al presidente del Granada CF,
Alfonso Suárez, de venir a Granada y jugar un partido como agradecimiento por
haberse fijado en su hermano, el mediano de la saga, Lalo, también conocido
como Maradonita, un pibe que recién empezaba en esto del balompié y al
que por el momento sólo se le habían visto mínimos detalles de clase en las
divisiones inferiores de Boca. El Granada CF, por entonces un recíen ascendido
a Segunda División, firmó por tres temporadas a Lalo Maradona y por un total de
34 millones de rubias y añoradas pesetas (un pastón por entonces), aunque a la
prensa se le comunicó que el montante de la operación no llegaba ni a la mitad.
Según la frase de Diego Armando que abre este escrito,
Lalo Maradona era, técnicamente, el mejor de los tres hermanos. Y aunque ahora
esto parezca una boludez, en aquellos momentos casi todos los granadinistas
habríamos estado de acuerdo con el comentario del Maradona primero. Hasta ese
momento, mediados de noviembre de 1987, no existían razones para desconfiar de
esa afirmación ya que lo poco que le habíamos visto a Maradonita había sido
todo bueno: su debut ante el Coruña, al que le cayeron cinco goles, uno de ellos
del propio Lalo, y su consagración un domingo después en Vallecas ante un
ejército de medios informativos de todo el mundo, donde el Granada CF se trajo
los dos puntos y se encaramó al segundo puesto de la tabla. El sueño de
recuperar la primera división pasó a ser considerado como algo más que eso -un
sueño- y se convirtió en el tema de conversación preferido en los mentideros
granadinistas.
En medio de este clima de euforia, o sea, en el mejor
momento, se encontró la tarde del domingo 15 de noviembre de 1987, aprovechando
un parón liguero para llevar a la práctica la idea y promesa de Diego Armando
de alinear a los tres hermanos juntos y luciendo los mismos colores. Con Los
Cármenes rozando el lleno y presencia de la catalana TV3 que en exclusiva registró
el acontecimiento, unos 20 millones de récord (el anterior estaba en poco más
de 10, de un partido de Copa con el Sevilla tres años antes) dejó en taquilla
el partido de los Maradona (algo más de 12 según fuentes oficiales), en el que,
bajo la dirección de Martín Navarrete, el Granada derrotó al Malmoe 3-2. Los
tres hermanos jugaron los noventa minutos y ocuparon la vanguardia del ataque
rojiblanco, Lalo (con el 10) por la izquierda, Diego (con el 9) en el centro y
Hugo (con el 8) por la derecha, y los tres dejaron bien alto el pabellón de su
apellido, Lalo y Diego con sendos goles, saludados ambos con coros de ¡Lalo!
¡Lalo! y ¡Diego! ¡Diego!, y el menor, Hugo, el "turco" (a
la temporada siguiente también se vino al fútbol español, al Rayo Vallecano),
fue la revelación, con su gran velocidad y magnífico regate. Los tres hermanos
Maradona jugaron a un altísimo nivel. Fue un espectáculo de los grandes, de los
que se guardan largo tiempo en la memoria.
Al día siguiente los tres hermanos, con Lalo actuando de
cicerone, giraron la visita de rigor a la Alhambra y por la tarde se volvieron
a Nápoles todos los que de allí vinieron. Pasada la maradonitis lo que
quedó fue la inmediata y mucho más terrenal preocupación por el siguiente
choque liguero que llevaba a los rojiblancos a Torrepacheco, donde
circunstancialmente el Cartagena jugaba sus partidos. Y de tierras murcianas se
vino el Granada con una derrota 3-1 con un nuevo gol de Lalo Maradona.
Ése fue el último gol del argentino en todo lo que
quedaba de liga. La triste realidad es que a partir de este momento, Lalo
Maradona y el Granada parecieron haber agotado todo su combustible y fueron
otros muy distintos. El futbolista cada vez ofrecía menos para el equipo y
paulatinamente se fueron reduciendo sus minutos sobre los terrenos de juego, de
modo que en toda la segunda vuelta se puede decir que fue suplente. Y el equipo
se desmoronó por completo, entrando en una dinámica de derrotas (seis
consecutivas) que de los puestos de ascenso pasó en poco más de un mes a rondar
los de descenso, en lo que influyó grandemente el bajón en el rendimiento de
determinados futbolistas que no daban tanto como podrían haber hecho porque no
eran "mimados" crematísticamente, como sí lo era el argentino. El
buen técnico Joaquín Peiró fue destituido y su puesto lo ocupó Ruiz Sosa, que
no hizo otra cosa que empeorar la situación, de modo y manera que el Granada
acabó como vicecolista y descendido a 2ª B antes de jugarse todo el calendario,
completando la segunda peor temporada de toda su octogenaria historia, números
en mano.
La temporada siguiente en 2ª B tampoco destacó Maradonita
y los distintos técnicos que lo dirigieron lo condenaron sistemáticamente al
banquillo, hasta que a mediados de temporada se pudo alcanzar un acuerdo para
rescindir un contrato astronómico al que el club no podía hacer frente, y a
Argentina se volvió Lalo con mucha más pena que gloria.
¿Lalo Maradona era ese mirlo blanco que parecía allá por
el otoño de 1987? Más allá del amor
fraterno, ¿respondía a la realidad el comentario de Diego Armando sobre su
hermano? ¿Estaba justificado viajar hasta Argentina y pagar un riñón por un
jugador como los que hay por aquí en abundancia? Obviamente no a todo. Pero
claro, esto se vio después y mejor aún se ve ahora, cuando tanto tiempo ha
transcurrido. Por el solo hecho de llamarte Maradona nada te garantiza la
bondad futbolera, la paupérrima trayectoria balompédica de Maradonita posterior
a su aventura granadina bien a las claras lo dice. A toro pasado está clarísimo
que el Granada CF hizo un negocio ruinoso con su fichaje, a pesar de lo que
dejó en sus arcas aquel partido memorable de mediados de noviembre del 87. Pero
en aquellos momentos, en plena maradonitis rojiblanca, y ahí están las
hemerotecas para confirmarlo, todo era optimismo y felicitaciones por el gran
fichaje granadinista y nadie podía prever el batracianismo en que acabaría convertido.