Ladislao Mazurkiewicz Iglesias, en su tiempo considerado
el mejor portero del mundo, es un nombre muy conocido de todo el futbolerismo por
haber jugado más de ochenta partidos con la selección charrúa y haber participado
en tres mundiales, Inglaterra 1966, México 1970 y Alemania 1974. En el de 1970,
el Mundial del “jogo bonito” en el que Uruguay acabó cuarta, fue designado
mejor portero e incluido en el once ideal del certamen. En ese campeonato
mundial, aparte de su gran actuación que acabó de consagrarlo, fue Mazurkiewicz
protagonista involuntario de uno de los dos famosísimos “no goles” de “O Rei”,
Pelé, con aquella jugada en la que sin tocar el cuero fintó la desesperada
salida fuera del área del guardameta uruguayo para encarar la portería
desguarnecida, un clásico del que sigue siendo considerado el mejor Mundial de
todos los celebrados, tan clásico como la otra genialidad de Pelé en México 70,
que tampoco fue gol, con disparo desde el centro del campo a la portería del
checo Viktor.
También
es muy conocido Mazurkiewicz por su gran palmarés como jugador de club: tres
ligas uruguayas con el que fue el equipo de sus triunfos, el Peñarol, más una
Copa Libertadores y una Intercontinental (ganada al R. Madrid Ye-yé en 1966).
Lo
que ya no es tan conocido es que esta figura legendaria del deporte jugó en el
fútbol español.
Fallecido
recientemente, su desaparición fue noticia de difusión mundial en todos los
medios dedicados al fútbol, que volvieron a exponer su sobresaliente palmarés
como golero internacional. Lo que uno ha echado de menos en ese maremágnum de
necrológicas es que en una buena parte de ellas han olvidado (o lo ignoraban)
incluir que entre septiembre de 1974 y febrero de 1976 Mazurkiewicz militó en
un club español. Seguramente si su periplo hispano hubiera transcurrido
enrolado en uno de los grandes de nuestro fútbol no se habrían olvidado de este
dato, pero resulta que mientras estuvo entre nosotros perteneció a un club
modesto, al Granada CF. Además, no se puede decir que le acompañaran precisamente
los éxitos mientras fue granadinista.
Natural de Piriápolis, departamento de Maldonado, donde
nació en 1945, debutó con los aurinegros de Peñarol con sólo 18 años y desde
ese momento se hizo con la titularidad indiscutible. También indiscutible sería
su presencia en la selección uruguaya a partir de 1966, sin haber cumplido aún
los 21. Tras militar siete temporadas en el equipo carbonero pasó al fútbol
brasileño, y del club Atlético Mineiro de Belo Horizonte lo fichó el Granada CF
en septiembre de 1974, tan sólo tres meses después de disputar su último
Mundial, el de Alemania 1974.
«Mazurkievitz (sic), internacional uruguayo, nuevo
portero del Granada», titula su sección deportiva el diario Ideal de 12 de septiembre de 1974. Desde
la temporada anterior, 73-74, por primera vez desde hacía bastantes años se
permitía a los clubs españoles fichar jugadores extranjeros, pero se limitaba
su número a dos por equipo, y en esas fechas el Granada ya tenía ocupadas esas dos
plazas con el también uruguayo Montero Castillo y con el austriaco Parits, así
que Mazurkiewicz, de ascendencia polaca por parte de padre y española por parte
de madre (del pueblo coruñés de Riacho) ingresó en nuestro fútbol como oriundo,
es decir, como hijo de españoles y ciudadano español a efectos legales, con
pasaporte y DNI. Un mes después, en octubre, llegaba a Madrid “Mazurka” desde
Montevideo y en algún diario nacional se afirmaba que había fichado por el
Valencia por 300.000 dólares (casi 17 millones de ptas.). Pocos días después
aterrizaba en Granada y se incorporaba por dos años a la disciplina del club
rojiblanco, dirigido técnicamente por Joseíto. Como compañeros de demarcación
contaba el Granada por entonces con Izcoa y con Pepe Navarro. Lo que costó su
fichaje no lo sabemos con exactitud, pero parece que finalmente la operación
quedó cerrada en 8 millones.
En
primera instancia su documentación como hijo de españoles fue mirada y remirada
en busca de irregularidades pues en esos momentos estaba en pleno apogeo la
polvareda que levantaron los clubes vascos en contra de los falsos oriundos,
que por entonces eran legión en el fútbol español. Por esa razón no obtuvo el
plácet de las autoridades federativas hasta un mes después, ya en noviembre, cuando
Izcoa era el portero menos goleado de Primera División.
Sus
características más destacables como guardameta eran las propias de un gran golero:
muy bueno bajo palos, grandes reflejos y una gran seguridad en las salidas y
los despejes. Pero de esas cualidades, los granadinistas sabemos más por lo que
pudimos ver por TV, cuando defendía la celeste o la aurinegra, o por lo que leíamos
en los muchísimos textos que de Mazurkiewicz nos hablan, que por lo que pudimos
comprobar mientras defendió los colores rojiblancos.
Por
fin su debut como granadinista se produjo en la
competición que se llamó Liga Andaluza, campeonato de reservas que la
74-75 llegaba a su cuarta edición y que disputaban los equipos andaluces de
Primera (Betis, Málaga y Granada) y Segunda (Sevilla, Córdoba, Huelva y Cádiz),
más el Linares de Tercera. El 18 de diciembre de 1974, en Los Cármenes el
Granada derrotó al Córdoba 2-1. Era aquella una liga no oficial que se empezó a
jugar en 1971 y llegó hasta 1976, con partidos que se jugaban entre semana y
servían para que los suplentes se reivindicaran y para hacer todo tipo de
probaturas. Se trataba de un partido no oficial, casi como un amistoso, pero la
presencia del uruguayo en la alineación titular del Granada convocó a un buen
número de hinchas que al final se fueron como habían llegado, es decir, sin ver
prácticamente parar a Mazurkiewicz porque los cordobeses apenas inquietaron su
portería salvo en la acción de su único gol en la que, por cierto, no estuvo
muy afortunado el uruguayo.
Continuó
Mazurkiewicz jugando casi de forma exclusiva en esta liga andaluza porque en el
primer equipo seguía Izcoa cuajando buenas actuaciones que no aconsejaban su
relevo. Y como nota común a sus intervenciones en esta competición menor se
puede hablar de que el uruguayo seguía siendo un desconocido para los
aficionados porque aquellos partidos no daban mucha oportunidad para el
lucimiento. Así hasta que en la jornada 20 y tras salir el Granada goleado 4-0
del Insular entendió Joseíto que se imponía el cambio de arqueros. De esta
manera, el 16 de febrero de 1975, en Los Cármenes y con visita del Español, se
produjo por fin de forma oficial su debut en nuestro fútbol. Pero ocurrió que
en un partido muy malo y que acabó en empate a cero los delanteros españolistas
tampoco prodigaron el disparo y se puede hablar de que Mazurkiewicz volvió a
quedar inédito.
A la
jornada siguiente tocaba viajar a Vigo y en Balaídos fue el Granada derrotado
3-0. Mazurkiewicz volvió a ocupar la meta rojiblanca y, según las crónicas, quizás
se le podría reprochar algo en sólo uno de los tres goles encajados. En esta
ocasión los delanteros contrarios sí lo sometieron a un trabajo continuo, pero
como el partido se jugó muy lejos de Granada y por entonces no se televisaban
todos, como ahora, el caso es que los granadinistas volvimos a quedarnos sin
ver en acción al crack uruguayo.
Joseíto
después de la derrota ante el Celta puso otra vez a Izcoa y ya no volvió
Mazurkiewicz a alinearse en un partido oficial. A la temporada siguiente, con
Miguel Muñoz de entrenador, una de sus primeras decisiones fue la de cortar a
Mazurka, por lo que nuevamente nos quedamos los hinchas granadinos sin poder
apreciar sus cualidades de gran arquero. Finalmente, en febrero de 1976 se
volvió al Peñarol, ahora traspasado por el Granada, que así recuperó parte de
lo invertido en este portero de fama mundial que no tuvo suerte en su corta
aventura española. Sólo dos partidos es su bagaje en el fútbol patrio.
Todo
hace indicar que sus intenciones no eran ni mucho menos las de pasar
furtivamente por nuestro país sino todo lo contrario, que lo que quería era
echar raíces aquí ya que mientras estuvo en nuestra tierra se asoció con su
compañero de equipo, Luis Oruezábal, para poner a medias un restaurante. El
restaurante abrió sus puertas en 1975 con el nombre de “Chikito, uno de los
apodos con que era conocido Mazurkiewicz por ser algo corto de talla para su
profesión de guardameta. Desde ese año su alias es en Granada sinónimo de buen
comer y de granadinismo.
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