Tenía el Jaén un portero que se llamaba Espinosa y que tiene algo de protagonismo en la historia del Granada CF. En cierta forma fue uno de los culpables de que se nos escapara un ascenso a Primera, el último (por ahora) que hemos tenido muy a mano, del cual hace poco se redondeó el treinta aniversario. Treinta añazos que se dicen muy pronto. Porque aunque en 1984 se volvió a tener a la vista un ascenso a Primera, lo de 1979 fue del estilo del murcianazo, es decir, con muchísima malafondinga y de forma infartante.
El Jaén, toda la liga 78-79 luchando por escapar de los puestos de descenso a 2ª B había dado la sorpresa en el Villamarín y había derrotado al Betis, que luchaba por volver a Primera. Pero por lo visto, el tal Espinosa se alineó en el Jaén de forma irregular. Los béticos reclamaron y esa derrota a mediados de abril, en la jornada veintinueve, se convirtió en victoria casi un mes después, ya que dictaminaron los organismos oficiales que el partido había que repetirlo. En el campo neutral de El Arcángel cordobés un cabezazo de Megido valió la victoria que volvía a meter a los béticos en la pelea por el ascenso y a los del Santo Reino los dejaba en puestos de descenso.
Mientras tanto el Granada de Ben Barek, muchas jornadas líder destacado de el único grupo de 2ª A, había encarado la recta final justo de fuerzas y de efectivos, pero a mediados de mayo le daba en Los Cármenes un palizón de 5-0 al Getafe y permanecía líder. Sólo faltaban cinco jornadas pero los dos equipos que todavía tenían que visitarnos, el Jaén de Ruiz Sosa y el Tarrasa en el que empezó Joseíto, eran de la zona de descenso (los dos descendieron finalmente), así que nos las prometíamos muy felices y ya acariciábamos la Primera.
Pero nada. De los diez posibles sólo fue el Granada a sumar dos míseros puntos de los dos empates ante Jaén y Tarrasa. La visita del Tarrasa en la penúltima jornada trajo algo de cola porque algunos jugadores catalanes acusaron al Granada de un intento de compra. No nos consta que tal intento de soborno existiera, el caso es que el partido acabó en empate a un gol. Uno recuerda de aquella tarde a un Granada que mandó casi los noventa minutos y falló lo que no se puede fallar, pero al que apartó del triunfo un error infantil, una pérdida de balón en el centro del campo que aprovechó un futuro granadinista, un tal Lozano -más bien fallón era, al menos mientras aquí estuvo- para plantarse ante Izcoa y marcar el 1-1 con que se llegó al final. El Tarrasa cuando vino a Granada ya había descendido, y el Granada por su parte quedaba relegado a la sexta posición, aunque no todo estaba perdido.
Las derrotas frente al Málaga (ascendió), que oficialmente dirigía Kalmar, y Osasuna obligaron a jugárselo el todo por el todo en el Villamarín en la última jornada. Así desembocamos en la muy calurosa tarde del 17 de junio de 1979.
Fue una tarde muy parecida a la de veintiún años y ocho días más tarde, sólo que ocurrió a 250 kilómetros y así al menos no tuvimos que sufrirlo de cerca. También aquella tarde llovía fuego del cielo mientras que Granada “ardía” en Corpus. Y también, como en el fatídico veinticincojota el resultado final levantó todo tipo de sospechas. Sospechas de falta de honestidad en determinados jugadores rojiblancos y sospechas sobre la rectitud de las autoridades federativas en la resolución del contencioso del Betis con el Jaén.
En el descanso habíamos ascendido, pero después dos goles en menos de diez minutos, más los que venían de otros campos, nos dejaban fuera. Y hasta hoy.
Pegado a la radio de la caseta “La Faraona” me recuerdo al borde del infarto y maldiciendo los dos puntos que se llevaron Jaén y Tarrasa. En uno de aquellos largos y castizos Corpus de entonces, de casetas de “fantasía” y sin uniformar, y en el que bastaba un paseo de cinco minutos.
jueves, 10 de diciembre de 2009
UNA CUESTIÓN ESPINOSA
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