La galería de ilustres en rojiblanco no podría estar completa si faltara éste que tenemos aquí, Benavídez, considerado uno de los futbolistas con más clase que por el Granada pasaron en cualquiera de sus épocas. En este dibujo, de una colección de cajas de cerillas (o “cahillas de mixtos”, así, en granaíno castizo) que Fosforera Española lanzó a finales de los años cincuenta y que fue muy popular, lo vemos caricaturizado con su matera y su bombilla en la mano, como cuadra a un gaucho. En el reverso, sobreimpreso en el escudo de nuestro Granada CF, se lee: «Juan Armando Benavídez nació en Tucumán (Argentina) el 20 se septiembre de 1927. Actuó en el Independiente, Tucumán, Estudiantes, Newell’s Old Boys, San Lorenzo de Almagro, Atlético de Madrid, Español de Barcelona y finalmente en el Granada C.F. en cuyas filas milita actualmente. Está nacionalizado español.»
Los jugadores argentinos suelen tener varios apodos. Benavídez no es una excepción. Uno de ellos es el de “patón” (que tiene los pies muy grandes), de cuando militaba en el equipo de su tierra. Otro apodo con el que era conocido en Argentina es el de “gallego”, por su ascendencia española. Y en sus dos años granadinos sus compañeros de equipo le llamaban “papá”, por el respeto que les infundía aquel veterano sabio, y por su gran calidad para dar a los balones que por sus pies pasaban la salida que mejor conviniera o bien retenerlos hasta encontrar al mejor situado para recibir, a base de driblar a quien se pusiera por delante, pues tenía un regate sensacional, de ahí otro apelativo cuya paternidad corresponde a Ramón Ramos: “el rey del tempo” (de su obra «Los Finalistas del 59»). En el estupendo trabajo de la “factoría” Ramos también se puede encontrar el comentario que sobre él dice el que fuera su compañero de plantilla, el pinero Baena: “el que inventó el fútbol”. Pero el apodo con el que es más conocido y que mejor lo define es el de “doctor”, porque Benavídez era realmente un doctor con cátedra futbolera.
El club de sus grandes éxitos es el San Lorenzo de Almagro, con el que consiguió la llamada para la albiceleste y también ser el máximo goleador del campeonato argentino de 1953 (ex aequo con Pizzutti de Rácing), con veintidós goles. Además de sus magníficas cualidades de pelotero o pasador de clase también tenía mucho gol.
Sobre su paso por el club colchonero, según la web «Rincón Atlético», el Atlético de Madrid, que a mediados de los cincuenta atravesaba una época de fracasos, para salir de la mediocridad decidió reforzarse con fichajes de relumbrón, entre ellos el que fue presentado como “el nuevo Di’Stéfano” y que no es otro que Benavídez. Pero ocurrió que en su partido de presentación, un amistoso ante el Botafogo en el verano de 1955, dio la petardada y decepcionó a propios y extraños, que vieron a un Juan Armando Benavídez gordo, lento y apático. Fue tal el fracaso y los grandes abucheos que cosechó que hubo de ser sustituido en el descanso. El propio Benavídez, en un gesto muy poco usual y que le honra, al día siguiente decidió devolver lo anticipado y rescindir su contrato y volverse por donde había venido, en vista de lo poco que había gustado su trabajo. Pero a mediados de la 55-56 lo fichó el Español, club en el que permaneció tres temporadas siempre como titular indiscutible.
Tras su paso por el club catalán y ya con treinta y un años es fichado en el verano de 1958 por el Granada. Su debut como rojiblanco se produce en la jornada sexta en la que los nuestros se imponen en Los Cármenes al Valencia con un solitario gol de Vázquez. En sus comienzos como granadinista el míster Scopelli le hace jugar arriba, pero su mejor versión la conoceremos cuando ya, a ocho jornadas para el final de la temporada, llegue Kalmar y retrase su posición a lo que hoy se conoce como media punta, lo cual le hará rendir a mucho mejor nivel: «A mí me venía bien jugar un poquito atrasado porque además de que hacía goles daba goles también. Siempre me he comparado, no tanto como él, pero un estilo a Laudrup, que marca pero asiste» (habla el propio Benavídez en «Los finalistas del 59»). Cuando un par de jornadas después se incorpore Carranza se acabará de armar aquel Granada de tan grandísimo poder goleador. Valga el dato de que el Granada de la 58-59 antes de la llegada de Carranza sólo había conseguido 25 goles en veinticuatro partidos; con Carranza en racha y bien provisto de buenos balones por su compadre Benavídez va a conseguir un total de 42 tantos en los dieciocho partidos que quedan para terminar la temporada (seis de liga, diez de copa y dos de promoción).
Con la pareja de argentinos y un equipo muy bien conjuntado y no exento de buen fútbol, el Granada era una máquina de hacer goles. Y de esa manera y con la suerte de no toparse con un primera hasta semifinales, consiguió el club rojiblanco la mayor proeza de su palmarés, el subcampeonato copero de 1959. Vázquez, Carranza, Loren, Benavídez y Arsenio forman el inmortal quinteto en rojiblanco protagonista de la gesta.
A la siguiente temporada, la 59-60, con prácticamente la misma plantilla y el mismo técnico, no pudo Benavídez lucir tanto pues se pasó gran parte del campeonato lesionado o sancionado, y su aportación fue de sólo nueve partidos. El equipo no tuvo que jugar promoción para conservar la máxima categoría, pero el fantasma del descenso rondó hasta prácticamente el último suspiro, jornada treinta, en la que un solitario gol de penalti, precisamente de Benavídez al Valencia, dio los dos puntos y con ellos la salvación, gracias también a los resultados de otros implicados en la lucha por la permanencia. Después, en Copa, la eliminación en la primera ronda por parte del Huelva decidió a la directiva a poner en marcha la que se llamó “operación escoba”, que supuso la salida del club de jugadores considerados viejos.
La escoba de José Jiménez Blanco barrió del Granada a Ramoní, Becerril, Mauri, Ramírez, Pellejero y Benavídez, entre otros, y resultó -contra pronóstico- desastrosa. Un año después estaba el equipo en segunda. Benavídez, el rechoncho futbolista de los pases “medio-gol”, a pesar de su físico orondo (notoriamente gordo) y sus treinta y tres cumplidos, todavía podría haber prestado buenos servicios al club, como demostró en sus dos últimas temporadas en activo, en el Málaga, al que contribuyó a devolverlo a primera en 1962. En Málaga se afincó una vez retirado del fútbol y allí falleció en agosto de 2005.
1 comentario:
Era mi abuelo!!!! esa caja de cerillas la tengo en casa guardada. Me ha encantado, gracias por estas palabras.
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