El Huelva puede ser el equipo de la categoría contra el que más ha jugado el Granada. Y digo puede porque según unas fuentes serían cincuenta, pero según otras se quedarían en cuarenta y seis las veces que Granada y Huelva se han enfrentado en su historia. Si consideramos que el equipo que en los años treinta respondía al nombre de Onuba FC es el mismo actual Recreativo de Huelva, la cantidad de enfrentamientos granadino-onubenses se va a la cincuentena, pero si, atendiendo a otros criterios, entendemos que aquel Onuba era un club distinto, debemos de no tener en cuenta los cuatro partidos jugados contra él por el Recreativo Granada entre la 1934-35 (en el subgrupo III de liguilla de ascenso a Segunda) y la 1939-40 (en el grupo V de Segunda), partidos por cierto muy favorables para los nuestros, que ganaron tres (los dos de casa por amplia goleada: 6-0 y 7-2) y empataron el restante.
Sea como fuere, se trata de uno de los rivales de los granadinistas que más antecedentes históricos nos ofrecen. Sin tener en cuenta esos cuatro partidos contra el Onuba FC, como queda dicho, serían 46, de los cuales se jugaron en Granada veintidós que en realidad serían veintitrés, pero se quedan en uno menos porque el jugado en el viejo Los Cármenes en la jornada diez de la 91-92 fue anulado posteriormente y por tanto no cuenta para la estadística. Aquel 3 de noviembre de 1991 el Granada había derrotado 1-0 al Huelva con gol de Padial, pero una reclamación onubense por alineación indebida de este mismo jugador fue atendida y el partido hubo que repetirlo en el neutral La Victoria de Jaén, acabando en empate a uno.
De las veintidós visitas onubenses a Granada, trece fueron de Segunda, siete de Segunda B y dos de Copa, que arrojarían un balance no demasiado bueno para los nuestros, que hasta seis veces salieron derrotados y cinco más acabaron empatando. Al torneo del KO corresponde la primera visita del Recreativo de Huelva a Granada, que data de la temporada 1959-60. Y tiene esta visita onubense a Granada cierta trascendencia en la historia de nuestro club, porque de aquella eliminatoria copera derivaron unas importantes consecuencias de las que se puede decir que modificaron el rumbo del Granada CF.
La liga 59-60 estaba recién terminada cuando se inició la Copa del Generalísimo para los clubes de máxima categoría, que en XVI emparejó a nuestro Granada con el Huelva, equipo que tenía todavía que promocionar para conservar la segunda categoría y que acabaría descendiendo a Tercera. Los nuestros habían conseguido la permanencia en Primera en el último partido, en Los Cármenes, merced a un solitario gol de Benavídez, de penalti, que supuso la victoria frente al Valencia, victoria que servía también para eludir la promoción gracias al cable que echó el Español con su empate en Valladolid. Sólo una semana después viajaban los rojiblancos a Huelva, de donde se traían una derrota 1-0. La vuelta, al domingo siguiente, 24 de abril de 1960, se saldó con victoria granadinista 2-1 en un pésimo encuentro que José De Vicente para Hoja del Lunes titula «Un partido de plazoleta entre el Granada y el Huelva» y del que dice que fue el peor partido de la temporada, que se desarrolló entre bostezos y palmas de tango (hoy desusada forma de manifestar la afición su desagrado con el espectáculo) y acabó con fuertes abucheos y flamear de pañuelos. Marcó primero el Granada por medio de Tortajada, un estudiante valenciano en nuestra Universidad que había militado esta temporada en el filial Recreativo y que sólo se alineó con el primer equipo en la ida en Huelva y en esta ocasión, pero del que José Luis Entrala dice que tenía una enorme clase y fue desaprovechado. Amplió ventaja Benavídez. Pero el gol del onubense Quirro dejó la eliminatoria igualada y como faltaban muchos años para que se estipulara que los goles en campo contrario tienen doble valor, hubo que desempatar en campo neutral, en El Arcángel cordobés, donde vencieron los onubenses 2-1 apeando al Granada de la Copa a las primeras de cambio. Entre lo reciente que estaba la proeza copera de la temporada anterior y los apuros pasados para mantener la categoría, esta eliminación sentó fatal a la afición y a la directiva con su presidente José Jiménez Blanco a la cabeza, que reaccionó poniendo en marcha lo que se llamó “operación escoba” por la cual salió del club el gran Kalmar y recibieron la baja jugadores ya veteranos pero muy importantes en la historia del Granada, como Benavídez, Ramoní, Pellejero, Becerril y Mauri, que todavía podían haber servido y de los que nos íbamos a acordar bastante cuando en el ejercicio futbolero siguiente se redondeara la peor temporada histórica granadinista y el equipo perdiera la máxima categoría.
Otro Granada-Huelva, el de la temporada 84-85, nos ofreció uno de los goles granadinistas más recordados por su gran calidad y su espectacularidad. Cuando con las primeras sombras de la gélida tarde-noche del 30 de diciembre de 1984 en un Los Cármenes con menos de media entrada, Peruena arrancaba desde su propia área y sorteando contrarios -en una acción que firmaría el mismo Messi- llegaba hasta el área contraria y batía la media salida del meta Castell, el viejo estadio estallaba en una ovación como no se recuerda y en gritos de ¡“negro”, “negro”! hacia este defensa uruguayo, muy querido por el granadinismo. Era el 2-0 que parecía decidir a favor de los nuestros un partido de vital importancia para huir de los puestos de descenso en que se hallaba inmerso el Granada después de haber despedido a Yosu y sustituirlo por el nefasto Naya, que acabó de desquiciar al equipo y diríamos que hasta a la afición y al propio Candi, que poco después le daba la baja a Peruena para que su plaza de extranjero la ocupara el insulso delantero noruego Husby, que no necesitaba marcador para desaparecer por completo de los terrenos de juego.
Aquel partido tuvo otras muchas cosas, pero todas desagradables, en gran parte debidas al pésimo colegiado balear Pascual Segura, que reaparecía después de haber sido recusado por el Granada por sus malos arbitrajes de siete años atrás frente al Jaén y el Málaga: cuatro expulsiones (Róbert –éste “de oído”- y Paquito por el Granada, y Linares y Orellana por el Huelva, todos por roja directa), agresiones y tumultos entre jugadores de uno y otro equipo, interrupción del partido por diez minutos, agresión al árbitro de un energúmeno que saltó la valla y, para colmo, dos goles forasteros que dejaron el resultado final en empate a dos y al Granada hundido en la cola.