EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



miércoles, 20 de agosto de 2008

EN EL CORAZÓN... Y EN LA PANTORRILLA

La pantorrilla tatuada de Marcos Madrid

En los sesenta y en los setenta, en Los Cármenes, a la hora de que la afición animara a la muchachada rojiblanca, el grito más común era aquel de: «¡Granada...! ¡bien!... ¡Granada!... ¡bien!... ¡Alabín! ¡Alabán! ¡Alabín, bon, ban! ¡Granada, Granada, y nadie más! (o ¡Ra ra ra!)». Muchas veces era el coro dirigido por aquel personaje tan granadino que se llamaba Luis Gómez Sánchez, el Diamante Rubio. Era éste un pícaro del fútbol y de los toros, animador o jefe de clac que, según la trascendencia del choque que se tratara, de vez en cuando aparecía por el campo de la carretera de Jaén enfundado en una zamarra rojiblanca y con su montera y sus inseparables gafas sin cristales. Desplegando sus artes bufonescas se ganaba unas pesetillas por su durísimo trabajo de intentar enardecer a un público que muchas veces no estaba por la labor. Desde el espacio de albero entre las líneas del terreno de juego y las gradas, cada poco se paraba, se volvía a la concurrencia y enarbolando por encima de la cabeza su montera como si se tratara de una batuta, se movía pendularmente a derecha e izquierda, al ritmo de los “alabines”. Recuerdo que en un partido contra el Málaga y al ser increpado por hinchas boquerones respondió a éstos remangándose su camiseta rojiblanca para mostrar su gran panza a la vez que se llevaba repetidamente la mano derecha a la boca, recogidos en una piña los cinco dedos, en el gesto de quien quiere hacer saber que de esa manera podía echarse a la andorga unos garbanzos para ir tirando. En la Red se puede seguir su rastro, porque llegó a ser muy popular y muy querido en toda España, en los ambientes taurinos. Con su ingenio y su inigualable arte para calentar a públicos apáticos y desplegando lo que en alguna web se califica como “fino humor granadino” (para que luego los penibéticos nos flagelemos con el manido tópico) consiguió ser un profesional del sablazo, recorriendo de feria en feria toda la geografía peninsular. Precisamente la muerte le sorprendió “en activo”, en Valencia en plenas Fallas, marzo de 2003, desde donde se trasladaron sus cenizas para ser esparcidas por el Sacromonte, como fue su deseo.
En las antípodas del personaje anterior se situaba otro también muy popular por los mismos años en Los Cármenes, Antoñico (ignoro sus apellidos). Si el Diamante era un “líder” al que seguían otros y se movía por el interés (incluso llegó a ser contratado por otros clubes, Jaén y Murcia, me parece), Antoñico encarna la figura del hincha apasionado que sólo respira y se mueve por puro granadinismo, y en su corta vida no se le conocieron otras aficiones que no fueran los colores rojiblancos; y se cuenta de él que a pesar de tener mermadas sus capacidades síquicas era capaz de recitar alineaciones enteras de todas las épocas y saber con exactitud fechas y momentos de todo lo ocurrido al Granada de sus amores. También eran famosas las barraqueras y las llantinas que le daban cuando el club rojiblanco era derrotado, así como los saltos de alegría con que celebraba las victorias de su Graná de su alma. El pobre fue a morir muy joven todavía, en 1971, justo cuando el Granada entraba en su mejor época.

Ley de vida, del ra-ra-ra hemos pasado al bombo y las secciones de vientos que animan ahora de otra forma menos provinciana, más globalizada, más equiparable a lo que es común en otros estadios, y a unas estrofas cantables (o gritables) que son las mismas para todas las “barras bravas”. En Granada, y no solo refiriéndonos al fútbol, se puede decir que casi cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero no quiero que se entienda que uno defiende aquellas formas de animar frente a las actuales. Se trata sólo de otra añoranza más por tiempos futbolísticos que espera uno -en su hinchismo irredento- volver a vivir algún día; volver a vivir las gradas rebosando todos los partidos; volver a vivir los momentos en que todo el campo animaba, no sólo los incondicionales; volver a vivir las victorias ante los grandes de un Granada puntero. Porque, ya saben, cómo va a ser lo mismo enfilar hacia el estadio para ver al R. Madrid que para sufrir al Conquense.
De siempre se ha dicho que la afición granadinista es una afición de resultados. Es éste un axioma generalmente admitido. Pero ¿las hay de las otras? ¿o es que los muchísimos hinchas que tienen los grandes equipos seguirían contándose por cientos de miles si llevaran más de treinta años sin pisar la primera división? ¿es el público el que debe con su aliento calentar a los futbolistas o son éstos los que deben con su juego crear la atmósfera de fiesta que asegure la diversión y que la fiesta no decaiga? En fin, es esta una cuestión que admite largas y prolijas discusiones y teorías que acabarían siempre sin un consenso.
Pues eso, lo dicho, sólo espera uno que cuando el fútbol de primera vuelva a Granada (que volverá, no les quepa duda), esté todavía por estos andurriales para volver a disfrutarlo. Se lo merece, más que nadie, la joven generación de hinchas de ahora mismo, muchos de los cuales lo más alto que han visto a nuestro equipo ha sido en 2ª B.

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