EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



domingo, 25 de mayo de 2008

"EL NEGRO" AGUIRRE SUÁREZ



Hoy traemos a esta página a otro jugador que fue ídolo de la afición rojiblanca, «el Negro» -como se le conoce en Argentina- Ramón Alberto Aguirre Suárez, a quien podemos ver, tercero por la derecha arriba, en esta vieja foto que está fechada en 1967, cuatro años antes de su llegada a Granada y que recoge una mítica formación del equipo de los «pinchas», Estudiantes de La Plata, la temporada anterior a su más sonoro triunfo: la consecución en Old Trafford, frente al Manchester United (1-1 en la vuelta por 1-0 del partido de ida en La Bombonera), de la Copa Intercontinental, el 16 de octubre de 1968, logro que equivale a decir que este equipo fue campeón del mundo de clubs, si bien se trata de un título oficioso.

Este conjunto, estaba formado en su mayor parte por integrantes de lo que se llamó «la tercera que mata», con hombres como Malbernat, Pachamé, «la Bruja» Verón, Poletti, «la Bocha» Flores, «el Tordo» Madero, Manera y otros como Carlos Salvador «Narigón» Bilardo, Echecopar y «el Negro» Aguirre Suárez, a los que no se puede considerar como integrantes de esta quinta (o tercera); todos bajo la muy sabia dirección de Osvaldo Zubeldía, un zorro especialista en jugadas de estrategia y un innovador para su época en lo que se refiere a métodos de preparación y planteamiento de los partidos. La Tercera Que Mata era una camada de jóvenes que dieron sus primeros pasos futbolísticos en las secciones inferiores del Estudiantes de La Plata y llegaron casi todos a jugar simultáneamente en el primer equipo consiguiendo en los años sesenta escribir las páginas más gloriosas de toda la historia de este club, perteneciente a la capital de la provincia de Buenos Aires, una ciudad –La Plata- situada en el estuario del Río de la Plata y que guarda cierto parecido con Granada en cuanto a su número de habitantes y también en que se trata de una capital principalmente de servicios y con una importante población universitaria. El club Estudiantes de La Plata, el equipo de los «pincharratas», era hasta ese momento un club modesto que cifraba sus aspiraciones en la permanencia en la máxima categoría del fútbol argentino.

Esta formación ganó en 1967 el Campeonato Metropolitano argentino, siendo la primera vez que un club «chico» se adjudicaba una competición de primera división, es decir, por primera vez no lo conseguía uno de los cinco clubs argentinos considerados «grandes». En ese mismo año fue subcampeón de la competición Nacional y ese subcampeonato le dio derecho a jugar junto al campeón, el Independiente, la Copa Libertadores, versión americana de la Copa de Europa o Champion League. Su primera participación en la máxima competición interclubs americanos, en 1968, la salda con triunfo, derrotando en la final a doble partido al Palmeiras. Y de triunfo en triunfo, como campeón de Libertadores disputa la Copa Intercontinental con el campeón europeo, el enrachado Manchester United de Stiles, Bobby Charlton y George Best, entre otros, cosechando un nuevo título como queda dicho. Los dos años siguientes, 1969 (frente al Nacional de Montevideo de quien sería posteriormente compañero suyo en el Granada, Montero Castillo) y 1970 (frente al Peñarol de otro ex granadinista, Mazurkiewicz), sendas victorias en la Copa Libertadores para caer derrotados en la final de 1971 frente al Nacional de Montevideo. En aquellos enfrentamientos de la Copa Libertadores de los años sesenta había algo más que palabras dentro y fuera de los terrenos de juego y de los estadios. Por su parte, en la Copa Intercontinental, derrota en 1969 ante el Milán y nueva derrota en 1970, esta vez ante el Feyenoord holandés. También es destacable la consecución en 1969 del Campeonato Interamericano ante el Toluca, de Méjico.

Aquellos choques –aquí la palabra choque sí que se emplea con propiedad- de la Copa Intercontinental de los sesenta, que entonces se jugaba a doble partido, con frecuencia daban más material para la crónica de sucesos que para la estrictamente deportiva, lo que motivó que algún equipo europeo se negara a disputarla. En ese contexto hay que inscribir la de 1968. Como ya he dicho, al partido de vuelta comparecieron los del Estudiantes con un 1-0 de la ida en Buenos Aires. El partido de ida no debió ser lo que se dice una balsa de aceite porque la prensa inglesa calentó bastante los ánimos para la vuelta, incluso con exhibición en una cadena de televisión británica de las muchas infracciones cometidas por los argentinos. Esto se tradujo en acciones de hooligans que llegaron a romper a pedradas los cristales de las habitaciones de los sudamericanos durante la concentración prepartido y también en el grito casi unánime de «animals» con el que fueron recibidos en la cancha de Old Trafford, el mismo insulto que los hinchas ingleses dedicaron dos años antes, en Wembley, al seleccionado argentino en aquel partido mítico de cuartos del Mundial del 66 Inglaterra-Argentina en que fue expulsado el central Rattín, que se negó a abandonar el terreno de juego alegando que no entendía el idioma del árbitro alemán y que motivó que para el Mundial siguiente se empezaran a utilizar las tarjetas. Esta atmósfera hostil no impidió que los argentinos consiguieran pronto adelantarse en el marcador con gol de Verón de magnífico testarazo, dedicándose todo el partido a defender la ventaja, contando para ello con la destacada actuación de Aguirre Suárez. El posterior empate de los ingleses poco antes del final no impidió al «León» de Estudiantes levantar su única Intercontinental.

La final intercontinental de 1969 merece punto y aparte. En el partido de ida de San Siro vencen los italianos del Milán 3-0. En la vuelta, jugado en La Bombonera el 22 de octubre de 1969, se imponen los argentinos por 2-1, por cierto, el gol de la corta victoria lo consigue Aguirre Suárez. Refiriéndose a este partido, uno de los protagonistas del mismo, el italiano internacional del Milán Gianni Rivera, «el bambino de oro», balón de ídem aquel mismo año, en declaraciones a un programa de la RAI manifestó que los jugadores argentinos seguramente actuaron bajo el efecto de alguna sustancia dopante. Sobre este partido hay bastante literatura. Lo que sucedió durante y después de su celebración fue muy grave, hablándose de batalla campal entre unos y otros, aunque en lo referente a batallar parece ser que quien más se empleó fue el bando argentino, significándose en este menester nuestro hombre. En este partido hubo todo tipo de jugadas conflictivas, choques e incluso agresiones, de lo que puede dar fe el delantero francés Combin, que formaba con los milaneses, cuya foto después del partido dio la vuelta al mundo; en ella se le podía ver todo magullado y con los ojos a la virulé. Tan grave fue lo ocurrido que a la finalización, el dictador argentino de turno -otro más de la amplia nómina de usurpadores del poder en el país austral-, general Onganía, -entre sus filias se contaban el fútbol y el general Franco y entre sus fobias los derechos civiles- que presidía el choque, ordenó el ingreso en «Villa Devoto» (una mazmorra) de Aguirre Suárez junto con sus compañeros Poletti y Manera; de ahí la frase de Bilardo «la gloria o Devoto», en el sentido de que un año antes habían sido recibidos en el palacio presidencial y ahora los metían en «cana». Estos tres jugadores fueron condenados a un mes de prisión además de ser fuertemente sancionados y suspendidos.


http://66.102.9.104/search?q=cache:72D_9QgJecQJ:www.la-redo.net/%3Fp%3D7384+futbol+%22aguirre+suarez%22&hl=es&ct=clnk&cd=13&gl=es

El Estudiantes que fue imparable cuando finalizaban los sesenta se desintegra llegado 1971, después de perder la que hubiera significado su cuarta Libertadores consecutiva; sus jugadores más destacados fichan por otros equipos, algunos de ellos europeos, y así nuestro hombre llega al fútbol español. Pero por aquellos entonces en nuestro fútbol estaba prohibido enrolar jugadores extranjeros -se decía que para proteger el fútbol nacional- no así «oriundos», es decir, descendientes de españoles en la emigración, considerados como ciudadanos (más propiamente súbditos) españoles a todos los efectos, de modo que alguno hubo que cuando le obligaron a hacer el Servicio Militar pegó la espantada volviéndose a su país.


Esto de los oriundos era en realidad una puerta falsa por donde se colaban en aquellos años de prohibición todo tipo de jugadores sudamericanos con documentación falsificada junto a otros que vinieron y que sí tenían los papeles en regla. Así, por este camino de la oriundez, Aguirre Suárez, argentino de Tucumán, con pasaporte paraguayo (en «Adiós a Los Cármenes», de Ramón Ramos, se puede leer que algunos compañeros del argentino recuerdan que éste disponía de hasta cinco pasaportes), este hombre con ese impresionante historial deportivo y extradeportivo y del que nadie sabe su fecha de nacimiento pero que cuando llega a España dice tener veinticinco años, aterriza en Granada en 1971 en medio de una gran expectación, con la temporada ya en su jornada tercera, debutando el 19 de septiembre frente al Español (0-0). Su venida al Granada C.F. supone el fichaje más caro de la historia del club hasta ese momento; siete millones pagó Candi por su traspaso.

De aquel Granada 1971-1972, que derrotó (en Los Cármenes) a todos los grandes, es reseñable la seguridad que daba atrás el tándem de centrales Aguirre Suárez-Fernández («pareja quirúrgica», R. Ramos dixit) y también la fama (merecida) de excesiva dureza del dúo. Roberto Perfumo, defensa central internacional argentino de aquella época, que jugó en Rácing y Ríver, en entrevista a «lamaga.com» dice refiriéndose a Aguirre Suárez: «ya no hay centrales como él, una raza extinguida de hombres que eran fieras defendiendo el área».

Su gran clase como futbolista está fuera de toda duda, pero los métodos empleados para conseguir el fin ya son algo más discutibles. Así, en esta temporada empieza la «leyenda negra» del Granada C.F. cuyo prólogo tiene lugar en Los Cármenes, jornada once, con la visita del campeón de la liga del año anterior, el Valencia de Di Stéfano, el cual después del partido, en parte también por el enfado de perder (1-0), se despacha con unas declaraciones contra su compatriota y sus marrullerías que le cuestan al míster una sanción económica. Dos semanas después, en el Bernabéu (primer acto), en partido que el Granada pierde 4-2, hay de todo entre madrileños y granadinos, con expulsiones de Amancio y Fernández (éste fue pateado cuando estaba tendido en el césped por, al menos, Velázquez, Pirri y Amancio y salió del campo en camilla) y amonestaciones para Ñito, Vicente y Verdugo después de una pelea en la que intervinieron bastantes más de unos y otros. Por estos incidentes cuando el Granada comparecía en Mestalla o en el Bernabéu, el argentino era prudentemente reservado y no viajaba y, al contrario, cuando el R. Madrid venía a Granada (porque, aunque al grueso de la muy mermada «barra» granadina, ¡esos benditos!, le parezca mentira o batallitas del abuelo dada la corta edad de la mayoría de sus integrantes, y dada la pila de años que llevamos sin comernos una rosca futbolística, por aquellos entonces a Granada venía el R. Madrid y similares, y si el Carolinense o el Alhaurino visitaban Los Cármenes era para jugar contra el Recreativo), cuando el Madrid venía a Granada –repito- no viajaba Amancio. Y cuando al fin volvió por Los Cármenes, en partido de Copa después de finalizar la temporada 73-74, se encontró con la famosa «caricia» de Fernández («vendetta» de lo de dos años antes en el Bernabéu) que le costó al defensa quince partidos de suspensión.


Esta historia tiene varios capítulos más en forma de affaires que tuvieron mayor o menor difusión según si el rival perjudicado era un equipo grande o no lo era, verbi gratia, la lesión por Aguirre Suárez del valencianista Forment. Y si poca era la fama de equipo marrullero y leñero del Granada C.F. ésta se ve acrecentada en la temporada 73-74 cuando al famoso dúo se une otro jugador que venía precedido de la misma celebridad, el uruguayo medio-centro defensivo internacional Montero Castillo. Así hasta llegar al partido que en la temporada 1973-1974 trae a Granada al Barcelona del primer Cruyff (1-1), partido de gran escándalo por culpa de la nefasta actuación del colegiado murciano Franco Martínez cuya secuela es la acuñación por parte de Asensi de aquella frase que se hizo famosa: «jugar en Granada es como ir a la guerra».

Tanta conflictividad dio lugar a que, pese a que la pareja lo daba todo por los colores rojiblancos y a que eran en gran parte responsables de los buenos años de fútbol recién vividos, al finalizar la temporada 1973-1974 Aguirre Suárez no es renovado y queda en libertad; a Fernández, con contrato en vigor, se le buscó equipo fuera de España, pero sin resultado. Todavía Aguirre Suárez permanece una temporada más en España, en el Salamanca, recién ascendido a Primera, pero no triunfa en tierras charras y sólo juega los tres primeros partidos de la 74-75, volviéndose a su país. Después, esporádicas visitas a Granada, llegando incluso a sentarse en el banquillo como entrenador rojiblanco en algún partido, pero no con mucho éxito que digamos.

-«¿Para charlar con vos había que usar canilleras?», le preguntaban jocosamente en una entrevista para conmemorar los treinta años de la consecución de la Copa Intercontinental en la página web «pinchaorgullo.com».

El argentino era lo que se conoce en el argot futbolero como un cacique del área. Veamos la definición de tal término en la obra «Futbolcedario», del periodista Alfredo Relaño: «Modelo de defensa central a la antigua usanza, preferiblemente argentino y obligatoriamente bruto. El Atlético de Madrid lució dos modelos casi perfectos: Bernardo Griffa (años sesenta) e Iselín Santos Ovejero (años setenta). Pero ninguno como Aguirre Suárez que, suspendido de por vida en Argentina, fue fichado por el Granada donde jugó a caballo de ambas décadas y dejó un recuerdo terrorífico». Sobran los comentarios.

Pese a todo lo expuesto y a su bien (o mal) ganada fama de leñero, Aguirre Suárez fue en los tres años que permaneció entre nosotros uno de los ídolos de la afición de aquel Granada, temido y respetado en todos los campos y que consiguió las dos mejores clasificaciones de su historia. La afición, sin que faltaran detractores, siempre le reconoció su entrega por los colores, usara los métodos que usara. Esos métodos de Aguirre Suárez sobre el campo eran un claro exponente y deben inscribirse dentro de aquello que se ha llamado después «Bilardismo», por su compañero de equipo Bilardo, cuya máxima sería «hay que buscar la victoria como sea, no importa por qué procedimiento». En realidad más correcto sería llamarlo «Zubeldismo», puesto que Zubeldía fue el maestro de Bilardo

Hoy, que en cada campo de fútbol de primera hay normalmente varias cámaras de TV que registran todo, su forma de desenvolverse en el terreno de juego no podría pasar desapercibida como tantas veces ocurría entonces, cuando sólo había una cámara (cuando la había) para el programa Ayer Domingo. Aguirre Suárez usaba y abusaba del llamado «juego subterráneo», con todo tipo de pillerías y acciones antideportivas aprovechando que la atención de árbitro y jugadores estaba fija en otro punto.

Sobre los métodos que se dice que este hombre usaba también hay bastante «literatura» (conviene aquí el entrecomillado). Por otra parte tampoco se puede decir que él los inventara, sino que seguramente son tan antiguos como el mismo fútbol. Allá va un muestrario de los cargos con que se acusaba a Aguirre Suárez: llevar alfileres para pinchar a los contrarios; meter los dedos en los ojos de los rivales; hacerle a un rival algún comentario relacionado con su novia o algún familiar para que perdiera los nervios y la agresión le costara la expulsión; tirar tierra a los ojos de los guardametas contrarios en los corners; o aquella otra «travesura» cuya paternidad se atribuye a otro granadinista, si bien éste como entrenador, «Pipo» Rossi, consistente en tirar hacia abajo de la visera del portero en los lanzamientos de esquina. Todo este repertorio tramposo acompañado del uso a discreción de los codos y otras partes de la anatomía, pero siempre con sutileza, bajo cuerda. Frente a los métodos de Aguirre Suárez hay que situar la «dureza franca», por así denominarla, del otro componente de la dupla, Fernández, de carácter más noble, que era contundente pero siempre daba la cara.

Lo cortés no quita lo valiente, porque pese a emplearse con dureza o directamente vulnerar el Reglamento cuando no lo miraban, lo que es innegable es que este hombre poseía una gran clase y un gran talento futbolístico que le convertían en un valladar y en un hueso duro de roer por las mejores delanteras del momento en el fútbol español. Además, no se puede olvidar que, pese a que toda la fama de dureza se la llevó el famoso dúo, en aquel Granada jugaban otros que cuando hacía falta emplearse no lo dudaban. Por otra parte, otros equipos tampoco alineaban atrás a hermanitas de la caridad precisamente –sin señalar a nadie en concreto-, lo que ocurre es que eran equipos que por ser de los llamados grandes contaban a la hora de ser juzgados con más manga ancha por parte de quien podía hacerlo.

Sus tres temporadas en el Granada de comienzos de los setenta, el mejor Granada de la historia de los rojiblancos, dejaron huella entre la «torcida» granadina.

En la foto de Estudiantes de 1967 también es reconocible por la afición granadinista otro jugador que fue asimismo su ídolo, aunque en menor medida: Echecopar (segundo por la derecha abajo). De éste se puede decir que cuando al fin pudo jugar no estuvo a la altura de las expectativas que despertó disputando aquella Copa de Andalucía, liga de suplentes que se inventó Candi -y que ganó el Granada en su primera edición-, mientras eran o no eran admitidos los extranjeros en el fútbol español, ya que con este jugador sucedió que por los organismos competentes no se le dio el visto bueno a su documentación como oriundo por lo que se tiró un año en blanco sin poder jugar en competición oficial. Parece ser que este hombre no pudo recuperarse al cien por cien de una lesión de rodilla que arrastraba. «Ya verás, ya verás, cuando juegue Echecopar», recordarán los aficionados aquella caricatura de Martinmorales que se publicaba en Ideal después de cada partido del Granada C.F. de la temporada 72-73 en la que un aficionado le decía a otro la frase que se hizo localmente famosa por aquella época. Cuando pudo ser alineado, una vez admitidos los jugadores extranjeros -temporada 1973-1974-, quedó muy lejos de lo que los granadinistas esperábamos, así que al finalizar dicha temporada fue traspasado al Murcia, donde tampoco triunfó.

1 comentario:

Daniel dijo...

Muy buen artículo. Les dejo un comentario que hizo el propio Aguirre Suárez ante la pregunta de un periodista quien aviesamente le inquiría por qué rechazaba el balón en vez de dar pases a compañeros: "" Mientras el balón esta dentro del campo de juego y en mi poder puedo hacer lo que quiera con él. Puedo pasarla a un compañero o bien sacarlo fuera de los limites del estadio. Elijo yo y nada mas que yo".

Un saludo de un hincha de Estudiantes de la Plata.